Esos momentos (DaeJae)

Por @Jeannelok

B.A.P 63
Dae Hyun le lanzó la pelota y Young Jae se la devolvió con una patada, o al menos lo intentó. Bien, daba igual cuánto practicase, seguía siendo un patoso cuando se trataba de deporte. Habían probado el baloncesto, el béisbol y el fútbol. Él prefería sentarse entre libros a entretenerse leyendo, pero su amigo seguía insistiendo en enseñarle a correr detrás de alguna pelota.

En fin, Young Jae nunca podía negarse a las peticiones del otro…

Durante una hora más, intentó marcar un gol o al menos arrebatarle la pelota a su amigo, y lo único que consiguieron fue acabar ambos tirados en el suelo, sudando y riendo. Estaban cabeza contra cabeza, recuperando la respiración aunque las carcajadas se lo impedían.

Pero eso era un recuerdo. Un bello recuerdo, que para su desgracia, le había hecho meterse de cabeza en esa pelea para ayudar a un viejo amigo.

Young Jae y Dae Hyun hacía mucho tiempo que no eran amigos.

Iba caminando de camino a casa, cuando había visto a un grupo de chicos interceptando a otro. Había sacado el teléfono con cuidado para llamar a la policía sin ser descubierto, aunque sabía que no tenía nada que ver con él y lo mejor que podía hacer era marcharse. No obstante, su hermana mayor, que era policía, le había enseñado a no dejar de lado a los necesitados. Cuando estaba a punto de darle a la llamada se dio cuenta de a quién estaban intimidando.

Aún no sabía qué narices le había hecho mover los pies hasta allí para evitar la pelea. Pero se arrepentía de haberlo hecho. Le sangraba la nariz y estaba tendido en el suelo. Desde luego su antiguo colega no tenía mucho mejor aspecto que él. Sin embargo, escuchó unos gritos y los otros muchachos se marcharon de allí, alarmados.

Young Jae sabía que no debería haberse metido en esa pelea. Por culpa de ella, les habían castigado en el instituto a ambos con trabajos comunitarios. Daba igual cuántas veces intentasen explicar que sólo se estaban defendiendo, no les creían. En realidad él no tenía ni idea de por qué estaban pegando a Dae Hyun ni le interesaba, ¿pero por qué tenía que acabar él envuelto en todo eso?

—Mierda…—musitó tras salir del despacho del director. Les habían llamado allí al día siguiente de la pelea, porque la policía les había informado de ello. Malditas leyes coreanas. Lo más normal sería dejarlos en paz, ya que había sido fuera del horario escolar.

—Nadie te mandó meterte—al escucharle decir aquello, se volteó y le dedicó una mirada incendiaria al otro chico. Éste la sostuvo sin problemas—.No necesitaba tu ayuda.

—Tendría que haber dejado que te partieran tu bonita cara, lo sé.—sin necesidad de escuchar ninguna respuesta más, le dio la espalda y se dirigió a su clase, dispuesto a soportar el aluvión de preguntas de sus compañeros.

El primer trabajo se trató de ayudar a trasladar unas pesadas cajas de una sala a la otra ya que se iban a dedicar a ordenar papeles y limpiar. Fue el profesor de lengua, Bang Yong Guk, el encargado de vigilarlos durante la tarea. Era un tipo delgado y con aspecto fiero, aunque siempre caminaba con su peculiar y enorme sonrisa dibujada en el rostro. Se encontraba ayudándolos en el transporte de cajas, aunque les habían advertido de que tenían que hacerlo ellos dos solos. Pero el profesor Yong Guk era así, y a pesar de que al principio uno se apartaba cuando le veía pasar porque infundía respeto y temor, en realidad era un trozo de pan.

Mientras estaban ocupados con la tarea, Young Jae notó cómo se le torcía un pie por no ver por dónde estaba caminando y estuvo a punto de caer al suelo, caja incluida. Pero no fue así. Había topado con la espalda de Dae Hyun, aunque hubiera jurado que segundos antes no se encontraba ahí.

—¡Ten cuidado!—se quejó el otro chico con un gruñido. Young Jae frunció el ceño, resistiéndose el responderle algún improperio ya que el profesor estaba demasiado cerca y no tenía ganas de quedarse castigado durante más tiempo.

Pasaron hora y media transportando cajas, hasta que al final le costaba incluso levantar los brazos. El profesor Yong Guk, sucio y sonriente, les agradeció su ayuda y les advirtió de que más les valía no meterse en más problemas. Cuando el hombre borraba la sonrisa, sí que daba auténtico pánico.
Cada uno cogió su mochila y se dispusieron a marcharse. Para su desgracia, el camino de salida era el mismo. Caminaron juntos, al mismo paso, en silencio. El ambiente era tenso.
Young Jae no podía evitar evocar el pasado. Momentos en los cuales caminaban juntos, riéndose y revolviéndose el pelo. A Dae Hyun le gustaba colgarse de su cuello y muchas veces cayéndose al suelo entre risas. Se preguntó dónde habían quedado esos momentos…

—¡Dae Hyun!—una chica, con la falda del uniforme más corta que había visto en su vida y pintarrajeada como si su rostro fuera un lienzo, llamó con voz coqueta al chico y se acercó a él. Al parecer, debía estar esperándolo. Se apoyó en su pecho, mientras el joven dibujaba algo cercano a una sonrisa— Te estaba esperando.

—Lo siento, muñeca. Ya sabes, ser un rebelde puede tener sus consecuencias.—se rió. Young Jae puso los ojos en blanco, dispuesto a largarse de allí antes de presenciar la escena que sabía que tendría lugar.

—¿Y tu amigo? No está mal tampoco, aunque ya podría cambiar ese peinado de empollón…

—¡No es mi amigo!—que ambos hubieran exclamado a la vez la misma frase habría sido divertido, de no ser por lo que habían dicho.

—Pues para no ser amigos, os entendéis bastante bien.—Young Jae suspiró, dándoles la espalda y comenzando a marcharse de allí antes de escuchar más necedades.

Dae Hyun le acarició el cuello para quitarle una hoja que se había caído sobre él. Se encontraban viendo el río Han bajo un árbol. Young Jae había estado llorando desconsolado, pero era a él al único que permitía que le viera en aquel estado. Su abuela estaba muy enferma, y no sabían si iba a pasar de aquella semana. Young Jae quería mucho a su abuela, y Dae Hyun lo sabía y lo comprendía. Dae Hyun siempre había estado ahí cuando le había necesitado, y Young Jae se había propuesto ayudarle también en todo lo que necesitara.

—Tienes toda la cara roja, pero al menos has dejado de llorar.—sonrió su amigo con ternura. Young Jae le dio un golpe en el hombro, bromeando.

—No puedo evitar enrojecerme e hincharme después de llorar.

—Pues ahora tienes que tranquilizarte o no podrás volver a casa. No creo que quieras que tus padres te vean así.

—Tardará… deberías irte a casa antes de que oscurezca.

—¿Estás loco? ¿Y perderme cómo regresas a tu estado natural? ¡Podría hacer un estudio! Los cambios que sufre el rostro humano al llorar y las consecuencias que ello conlleva…

—Mira que eres imbécil…

—Pero eres tú el que no puede vivir sin mí.—se echó a reír después de decir eso, y Young Jae se obligó a hacerlo también, pensando que en realidad, su amigo tenía razón.

El segundo día de trabajo fue limpiar todas las pizarras del primer piso. Se preguntó por qué narices llamaban a eso trabajo comunitario, si lo que estaban haciendo era todo por el bien del instituto. Le dolía todo el cuerpo del día anterior, y era un suplicio tener que levantar los brazos para alcanzar la parte alta de la pizarra y limpiarla. Dae Hyun, en cambio, estaba en perfecto estado. Siempre había sido el enérgico y fuerte de los dos, y él el cerebrito. Suspiró. Tenía que dejar de recordar cosas del pasado, pues no le hacían ningún bien.

Dae Hyun estaba limpiando la otra punta de la pizarra con los cascos puestos y cantando en voz baja. Young Jae se había dejado sus cascos en casa y se estaba odiando por ello en esos momentos, porque al menos la música siempre le ayudaba a evadirse. Además, al no tener otra cosa que escuchar, sin darse cuenta forzaba el oído para captar lo que su antiguo amigo estaba canturreando y qué tipo de música escuchaba.

Cuando se dio cuenta de que se trataba de Candy de H.O.T. no pudo evitar sonreír con disimulo. Ésa era, en cierto modo, su canción. Se habían enganchado juntos de pequeños, y habían sido fans del grupo durante mucho tiempo (aunque éstos se hubieran separado al año siguiente). Le sorprendía que su amigo todavía siguiera interesado en dicho grupo y que incluso guardase y todavía cantase sus canciones.

Le entraron ganas de unirse a él, pero sabía que tenía que contenerse. Sin embargo, de repente la tarea no le resultó tan tediosa y por un momento, se permitió pensar en viejos momentos, porque al menos así lograba evadirse de la realidad durante un rato. Así se mantuvo durante tres aulas, hasta que a la cuarta, el dolor de brazos volvía a ser insoportable. Incluso su compañero comenzaba a notar las molestias, bajando el brazo y haciéndolo girar con una mueca de disgusto.

—Mierda, y aún queda otra…—suspiró Dae Hyun.

—No te quejes tanto, es perder fuerzas.— en realidad, Young Jae no había querido responderle, pero se estaba agobiando tanto que prefería pelear un poco a seguir en aquel incómodo silencio.

—No me digas lo que tengo que hacer.

—Sólo era un consejo, pero está visto que no se puede hablar contigo.—Dae Hyun antes no era así. Siempre había sido un buen chico, y muy dulce. Young Jae no entendía qué podía haberle sucedido para cambiar así de la noche a la mañana.

—Pues métete en tus propios asuntos.

—Sí, será lo mejor. Cuando intento ayudar a algún idiota, mira lo que sucede.—sabía que se había pasado. Pero Dae Hyun le buscaba las cosquillas. Él sólo quería… ¿qué quería? ¿Por qué había comenzado a picarle, en realidad?

Notó la mano de Dae Hyun en el cuello. Sin la amabilidad de antaño. No era para sacarle una hoja de encima, ni para consolarle. Lo empujó hacia la pared, y le dolía. Maldita sea, era doloroso mirarle a los ojos y encontrarse con aquella pared.

—Ni se te ocurra volver a insultarme. Estoy harto de que te rías de mí en mi puta cara, Young Jae, ¿entiendes? No soy ningún chiste.—aflojó la mano con la cual le estaba agarrando, aunque en realidad no lo hacía con fuerza. Mientras se acariciaba el cuello, no pudo evitar fijarse en que al otro chico le temblaba el brazo con el cual lo había cogido.
¿Qué había llevado a un chico dulce y bueno como Dae Hyun, a odiarlo con tanta intensidad?

Durante toda la semana estuvieron trabajando juntos, pero en silencio. Young Jae no se había atrevido a volver a dirigirle la palabra después de lo sucedido, y Dae Hyun tampoco parecía tener muchas ganas de hablarle. Por eso, el pasar tanto rato juntos se estaba volviendo incluso más insoportable de lo que se había pensado al principio. De vez en cuando aparecía el profesor Yong Guk. Valiente idiota que les felicitaba por su arduo trabajo y les decía cuánto envidiaba la amistad de la juventud. Aquel día apareció acompañado del profesor de matemáticas, Kim Him Chan. No le gustaba demasiado, siempre desprendía una actitud de suficiencia y superioridad que le resultaba exasperante. Cómo el bonachón de Yong Guk podía llevarse especialmente bien con aquél, de entre todos los profesores.

—¿Cómo lo lleváis, chicos?—ese día les tocaban las pizarras de la cuarta planta, y Young Jae comenzaba a pensar que se iba a quedar sin brazos si seguían con ese ritmo mucho tiempo más.

—Ahí te dejas una mancha, chaval.—comentó el profesor Him Chan sonriendo con sorna antes de que respondieran. Dae Hyun enarcó una ceja, molesto.

—¿Se puede saber por qué lo soportas, Yong Guk?—su modo familiar de hablarle al profesor alarmó a Young Jae, sin embargo el aludido pareció ignorar ese hecho.

—Porque le conozco de hace una vida, y porque es el marido de mi hermana mayor. Si me porto mal con él, se lo chivará.—se encogió de hombros, sin borrar la sonrisa. He ahí la respuesta al dilema que también a él se le planteaba al respecto.

—¡Eso es mentira! Chicos, el amor que su hermana tiene por “su precioso hermano” es increíble—el profesor Him Chan recibió una colleja cariñosa de su cuñado. A pesar de lo que el hombre les decía, en esos momentos era Young Jae quien envidiaba la amistad de los dos adultos—. Eeeh, eso ha dolido.

—No os molestamos más, chicos. Venga Him Chan, les prometimos a Jun Hong y Jong Up ayudarlos con los carteles del club de baile.

—¿Por qué siempre me metes en estos jaleos?—sollozó el otro hombre, revolviéndose el cabello moreno.

—Si sé que te encanta. Si necesitáis algo—se dirigió a ellos esta vez— estaremos en el despacho. No dudéis en venir a consultarnos cualquier cosa.—al escuchar eso, el otro hombre puso los ojos en blanco y ambos se marcharon. Dae Hyun dejó caer el trapo y suspiró, sentándose en la silla más cercana.

—Esos dos me agotan.—musitó. Young Jae abrió la boca para responder, pero le entró un cosquilleó en el cuello que le obligó a cerrarla. Siguió limpiando y el otro chico no tardó en unirse. El silencio los siguió rodeando a ambos hasta que se hizo de noche. Esa planta había sido, sin duda alguna, la peor de todas, y ambos estaban destrozados. Cuando salían del edificio, sin embargo, un ruido llamó la atención de Young Jae y se detuvo. No se dio cuenta de que su antiguo amigo hacía lo mismo al verlo, pues estaba demasiado centrado en fijarse en un gato que maullaba tumbado en el suelo. Corrió hasta él y al llegar se dio cuenta de que intentaba ponerse en pie pero no podía.

—Tiene pinta de haberse caído de algún sitio y ha llegado arrastrándose…—escuchó la voz de Dae Hyun racionalizando a sus espaldas. Le ignoró, sacándose la chaqueta del uniforme y cogiendo al animal con cuidado de no hacerle más daño—No pensarás…

—¿Conoces algún veterinario aquí cerca?

—… No, pero mi primo es veterinario. Puedo llamarle.—Young Jae se sorprendió. Por la mirada que le había dirigido el otro chico ante la pregunta, había creído que lo llamaría loco. Sin embargo, sacó su teléfono móvil y llamó. Poco después se encontraban esperando al primo del chico, quien iba a llevarlos a la clínica a pesar de que su hora de trabajo ya había acabado. Ventajas de ser el jefe, bromeó el otro chico. Cuando llegó y subieron al coche, les comentó que era una gata persa, extraña raza para ver en las calles. Rondaría los cinco meses de edad y una vez limpia debería ser de un color gris ceniza. Sus ojos eran grandes, verdes y observaban a Young Jae con agradecimiento.

Cuando al fin estuvieron en la clínica, esperando en una salita porque el primo de Dae Hyun había dictaminado que tenía que operar, se dio cuenta de que no tenía ni idea de cómo iba a pagar los servicios, encima de urgencias. Se llevó las manos a la cabeza. Estaba loco.

—Se pondrá bien.—notó la mano de Dae Hyun sobre su hombro, y notó su corazón acelerarse. Debería decirle la verdad. Qué era lo que le había agobiado de repente. Sabía que el animal se pondría bien porque su primo le había dicho que no era nada complicado o de riesgo. Pero esos impulsos que tenía, de hacer el bien o ayudar a otros, acababan siempre complicándole la vida. Debería ser sincero con él. Pero le gustaba sentir su mano tocándolo, y por ello, calló.

Pasaron los minutos con Young Jae hundiendo el rostro entre las manos y Dae Hyun dándole leves golpecitos de ánimo. Al fin, su primo salió sonriendo triunfante y diciéndoles que la gata iba a recuperarse sin problema alguno.

Ah, llegaba el temido momento. Young Jae pudo sentir la sangre marchándose de su cuerpo.

—¿Cuánto es, primo?—le preguntó Dae Hyun con alegría— Recuerda hacerme descuento de familia.

—Me gustaría más dejártelo gratis, pero ya sabes, incluso siendo el jefe tengo que dar cuentas de la sangre y los aparatos gastados en las cirugías. Pero tranquilo, ya te enviaré un mensaje. Deberíais a casa a descansar. La pequeña pasará toda la noche aquí, mañana al medio día ya podréis venir a por ella.— Ah, cuando sonreía se parecía a Dae Hyun, con unos gruesos labios rosados. Al pensarlo, Young Jae se sonrojó recuperando el color que había desaparecido de él segundos antes.

Mientras salían del lugar, no podía dejar de darle vueltas a algo y miraba de soslayo a Dae Hyun preguntándose cómo iba a decírselo. Estaba claro que o iba con cuidado, o volverían a pelearse. Y aunque Young Jae estaba enfadado por el comportamiento del otro chico durante todo ese tiempo, también era cierto que estaba cansado de ello.

—Mi primo dice que si quieres te lleva a casa.—fue el otro chico quien habló, sorprendiéndolo.

—¡Ah! Eh… no hace falta. Ya ha hecho suficiente por mí… los dos. Muchas gracias, Dae Hyun.—a pesar de todo, aún puedo contar contigo. Lo pensó, pero no lo dijo en voz alta.

—No lo he hecho por ti. Ha sido por Yaongie.

—¿Yaongie? ¿Ya le has puesto nombre? De todos modos, qué poco original que eres…—se dio cuenta de lo que acababa de decir. No había querido meterse con él de nuevo. No quería provocar, dado que le acababa de ayudar, una nueva situación tensa, sin embargo respondía así por inercia a causa de los viejos tiempos.

—¿Qué pasa? Yaongie es bien bonito—agradeció que el otro chico respondiera con una sonrisa sincera, a pesar de que se borró al instante—. Entonces, te veo mañana.—él asintió, despidiéndose también. Casi, sólo casi, parecía que estaban acercándose a ser los de antaño.

Cuando se vieron al día siguiente, Dae Hyun parecía de lo más contento. Sin embargo, Young Jae no se le acercó demasiado porque estaba rodeado de desconocidos, o más bien desconocidas. Dae Hyun era lo que en un manghwa se conocería como el príncipe del instituto: las traía a todas locas. Y él no parecía hacer ascos a nada.

Por la tarde, al finalizar las clases y mientras se dedicaban a limpiar unos retretes con máscaras y guantes, Young Jae le preguntó cuánto eran los gastos de veterinario. Cuál fue su sorpresa cuando el otro chico le dijo que no se preocupase por eso.

—Ya me he hecho cargo del gasto—le dijo—. Además, le he pedido a mi primo que lleve la gata a casa este medio día, mi hermana estará cuidándola, no te preocupes. Pero no voy a poder tenerla demasiado tiempo, ya sabes, no permiten mascotas en mi edificio.

Young Jae perdió la fuerza y la escobilla del retrete cayó al suelo. Dae Hyun tenía una manera de odiarle desde luego muy extraña.

—Todo el asunto de la gata…

— Yaongie.

— De… Yaongie, es culpa mía. Deja que me haga yo cargo de los gastos de la operación y de buscarle un hogar.

— Ambos encontramos a esa gata. Yo pago su operación y le dejo mi casa y tú te encargas de buscarle un hogar. Ya sé que tu madre es alérgica, así que ni de coña os la podéis quedar vosotros. Pero tendrás que encontrar a alguien rápido.

—Lo que dices no es equitativo.

—Lo que no es equitativo es que yo esté limpiando toda esta mierda y tú de cháchara… ¡Venga, quiero salir de aquí lo antes posible, Cerebro!—gruñó el otro chico. Young Jae sonrió mientras le daba la espalda. Dae Hyun no se había dado cuenta, pero acababa de llamarle como lo hacía cuando eran amigos.

Dae Hyun y él todavía eran menores durante esa época, sin embargo su amigo había conseguido un trabajo en un mercado durante unos días. Era gracioso verle vestido como un oso blanco gigante que repartía globos y se hacía fotografías con niños pequeños en el parque. Young Jae le iba a visitar porque estaba preocupado por su salud ya que hacía mucho calor.

Era el tercer día y le observaba desde lejos cuando se dio cuenta de que su amigo perdía el equilibrio durante unos segundos. Corrió hasta él y lo cogió del brazo antes de que se cayera, obligándole a sentarse en el banco más cercano mientras iba a comprarle agua.
Cuando regresó a su lado, le hizo quitarse la cabeza del disfraz y le mojó el cuello mientras le obligaba a beber.

—Tengo que volver al trabajo…—musitó Dae Hyun con voz débil.

—Ni lo sueñes. Venga, quítate ese disfraz.

—Young Jae, no puedo…

—Sí puedes. Me haré pasar por ti por lo que resta de día.

—¿Qué? ¡No! No digas tonterías, no puedes hacer eso.—intentó ponerse en pie, pero Young Jae se lo impidió, obligándole a sentarse.

—Nadie se dará cuenta. No puedo estar de brazos cruzados mientras te veo a punto de desmayarte.—le habló con voz suave, intentando razonar con él. Dae Hyun le observó sorprendido, con la boca entreabierta. Muchas veces Young Jae se había quedado absorto mirando esos gruesos labios, y cuando se daba cuenta, se sentía estúpido y avergonzado aunque no sabía por qué.

—Young Jae…

—Venga, vamos. Antes de que ningún niño nos vea.—lo apremió, arrastrándolo hasta uno de los baños para ponerse el disfraz sin ser pillados in fraganti.
Durante las siguientes horas, fue él quien dio globos y se hizo fotos mientras Dae Hyun lo observaba desde lejos, en la sombra. Young Jae estaba contento por poder devolverle, aunque fuera un poco, el favor de ser su amigo.

Cuando volvían a casa, los dos sudados y cansados, Dae Hyun le había pasado un brazo por el cuello, atrayéndole hacia sí y besándole la coronilla. Él siempre era así de cariñoso, y Young Jae había aprendido a ignorar ese extraño cosquilleo en la boca del estómago.

—No sólo eres el Cerebro de este dúo, también tienes carisma como oso.

—Espera, si yo soy el Cerebro, tú…

—¿Yo? El Cuerpo, por supuesto, ¿o es que aún no te has dado cuenta de mi belleza?

Young Jae dejó la mochila sobre la mesa. No le gustaba estar todo el día recordando viejos momentos, pero era inevitable. El problema era que al hacerlo, sensaciones olvidadas regresaban a él y se preguntaba si no sería mejor seguir mal con Dae Hyun. Al menos, enfadado, olvidaba los cosquilleos en el estómago y la hipnosis que ejercían los labios del otro chico sobre él.

Se sentía confundido. Y todavía les quedaba bastante para terminar con esa pesadilla de servicio comunitario (al instituto). Además, no había podido encontrarle una casa a la gata y ya llevaba dos días preguntando entre sus conocidos y por el barrio. Incluso sus padres le estaban ayudando, pero al parecer era más difícil de lo que se había pensado en un principio.

—Young Jae— Dae Hyun estaba frente a su escritorio, y él no tenía ni idea de cuándo había llegado hasta ahí. Levantó la vista con inseguridad y ahogó un suspiro. A su amigo el color claro en el cabello le quedaba muy bien, ¿por qué no podía estar prohibido en ese instituto teñirse, como en todos los demás?—, esta tarde vendrás a casa—no estaba preguntándoselo. Era una orden y eso le hizo fruncir el ceño—. No me mires así… es que le dije a mis padres que tú habías encontrado la gata, y al escuchar tu nombre me dijeron que tenías que ir a visitarlos… ya sabes, hace mucho que no te ven.

—…

—Cierra la boca, anda—Young Jae podía notar cómo se le dilataba una vena en la frente. No era precisamente por su culpa que no hubiera visto a los padres de Dae Hyun durante tanto tiempo, pero el otro hacía parecer que era él quien no quería ir a visitarles. Apretó la mano contra el escritorio, intentando relajarse—. Te aseguro que yo no quiero que vengas, pero ya que mis padres tienen tantas ganas…—al escucharle decir aquello, Young Jae se puso de pie de golpe, sorprendiendo no sólo al otro chico, sino también al resto de sus compañeros, que se giraron.

Justo cuando estaba a punto de gritarle cuatro cosas, partirle la cara o preguntarle si de una vez por todas le iba a explicar qué narices había sucedido para que de un día para el otro pasara de ser su mejor amigo a un bastardo, el profesor llegó.

La primera clase la tuvo con Yong Guk, y agradeció su tono amable y simpático a la hora de explicar la lección. Al menos lograba calmarlo.

Las horas lectivas pasaron, y por suerte esa tarde sólo tuvieron que estar ordenando viejos papeles, así que cuando salieron del instituto, no estaban tan cansados como las otras veces. Pero Young Jae tenía que ir a casa de Dae Hyun y había estado acumulando tensión por ello durante todo el día.

Recordaba el camino hasta allí a la perfección. Incluso al entrar, el olor de su hogar era tan familiar, que Young Jae notó cómo las lágrimas le inundaban los ojos. No tendría que haber interrumpido aquella pelea, porque entonces no tendría que estar castigado junto a él y tampoco pasaría por todo aquel calvario.

La madre de Dae Hyun salió a recibirlo. Estaba tan guapa y radiante como siempre. Dae Hyun había sacado la belleza de ella, pero era atractivo como su padre. Una buena combinación física, sin lugar a dudas.

Después de charlar un rato con los dos adultos, Evitando hablar sobre ese tiempo separados, para evitar una situación incómoda. Dae Hyun lo invitó a subir a su cuarto y allí vio a la gata. El animal, al verlo, ronroneó y se acercó hasta a él con cierta dificultad por culpa de la campana en el cuello y con cojera, pero visiblemente mejor. Young Jae se agachó a su lado y le acarició una oreja con cuidado, ella respondió ladeando la cabeza y le hizo sonreír.

—Es una lástima que no me la pueda quedar—escuchó decir al otro chico y así regresó a la realidad. Se levantó y se alejó del animal—, ¿has encontrado ya a alguien?

—No, lo siento. Pero sigo buscando.—esperaba una reprimenda por su parte o una mala contestación que nunca llegó.

—Bueno, aún podremos tenerla aquí unos cuantos días, si ningún vecino la escucha.

—Puedo pagarte al menos la comida y la arena…

—No—dijo, tajante, el otro chico—. No quiero que me des nada. No voy a recibir nada de ti, Young Jae.

Alguien llamó a la puerta entonces y la madre de Dae Hyun asomó la cabeza.

—Young Jae, ya que pronto anochecerá he llamado a tus padres y les he dicho que pasarías la noche aquí, ¡hacía mucho que no hablaba con tu madre! Hemos quedado en vernos uno de estos días, por cierto. Ah, qué ilusión volverte a ver. En un rato bajad a cenar, chicos.—y cerró de nuevo la puerta. La madre de Dae Hyun siempre había sido así de imprevisible y hablaba de tal modo que nunca se le podía responder.

Los dos chicos se miraron. En la casa de Dae Hyun sólo había un cuarto donde pudieran dormir. Y Young Jae no estaba preparado para eso.

La cena con la familia de Dae Hyun fue mucho mejor de lo que se había pensado. Copiosa, con una charla amena y un apetitoso postre. Aunque se había prometido a sí mismo intentar convencerlos de que le dejasen ir a casa, tras tal comilona, los ojos comenzaban a cerrársele solos. Al parecer, todo el cansancio de esos días, había decidido hacer mella en él justo en el que menos faena habían tenido.

—Tendremos que dormir aquí, como en los…—Dae Hyun dejó la frase en el aire y le tendió una almohada— ¿Aún te gusta dormir con almohadas grandes?—Young Jae respondió sólo con un movimiento de cabeza. El otro chico le había dado ropa para que pudiera ducharse. Tenían la misma talla. La fragancia de su antiguo amigo en el cuarto era tan fuerte, que se le hizo insoportable al llevar puesta su ropa, por lo que se tumbó de golpe, pensando que cuanto antes acabase aquella tortura, mejor. Se le iba a salir el estómago por la boca de los nervios; odiaba sentir aquel maldito hormigueo subiéndole y bajándole.

—Buenas noches.—le dijo. No recibió respuesta, así que se abrazó con fuerza a la almohada que el otro chico le había dado. Estaba dándole la espalda, casi pegado a la pared. No era su intención dormirse, y en realidad dudaba que pudiese, pero en pocos minutos cayó presa de un profundo sueño. Su cuerpo estaba mucho más agotado de lo que él mismo se imaginaba.

Dae Hyun no se había tumbado. Tras escuchar el buenas noches del otro chico, sólo se había sentado en el borde de la cama, incapaz de tumbarse. Se preguntaba si Young Jae sería capaz de dormirse, pero pronto escuchó cómo su respiración se relajaba y cuando se giró, lo encontró del todo dormido. Cuando Young Jae dormía, daba igual hacia qué lado lo hiciera, siempre acababa boca arriba abrazado a una almohada con desesperación. Sin percatarse, esbozó una sonrisa al verle darse la vuelta en sueños y coger la postura de siempre.

Young Jae tenía la boca entreabierta y el flequillo se le caía sobre los ojos. En ese tiempo separados, su rostro había adquirido unos rasgos más masculinos, aunque no demasiado. Dae Hyun fue a alargar el brazo para apartarle los mechones del flequillo, no obstante se quedó a medio camino, apretó el puño y apoyó la mano de nuevo en la cama. Se tumbó al lado de su antiguo amigo, siendo separados por la almohada que Young Jae aferraba con uno de sus brazos, pegada a su cuerpo.

Dae Hyun se quedó durante largos minutos así, con el cuerpo vuelto hacia Young Jae y los ojos clavados en la almohada. Cuántos sentimientos encontrados estaba provocándole un estúpido objeto, y cuántas ganas tenía de ponerse a gritar y chillar con desesperación.
Al final se levantó de un golpe, con la frente perlada de sudor y los ojos ardiéndole. No iba a poder soportar esa tensión durante toda la noche, así que decidió coger unas sábanas del armario y marcharse al sofá. Eso sería mejor que la tortura que parecía esperarle en su propio cuarto. Al pasar por la puerta notó cómo la gata le acariciaba el espacio de piel desnuda entre el pantalón y las zapatillas. La observó sin saber si darle las gracias o maldecirla por la situación en la cual había acabado a causa de ella. Decidió que aquella bola de pelo no le daba menor importancia al papel tan importante que parecía estar jugando en sus vidas, y que sólo quería ganar atención por parte de los humanos. Se agachó a su lado, y le habló mientras la acariciaba.

—Ese tipo tiene un gran problema con las almohadas. Quédate esta noche con él y hazle algo de compañía, pequeña.

Como respuesta, el animal ronroneó antes de alejarse y tumbarse en la cama que le había improvisado al llevarla a casa. Dae Hyun salió del cuarto intentando hacer el menor ruido posible y dispuesto a, dentro de lo que fuera posible en su incómodo sofá, dormir lo que quedaba de noche.

Cuando Young Jae salió de la casa de Daehyun a la mañana siguiente, lo hizo sintiendo una opresión en el pecho. No se había dado cuenta hasta entonces cuánto añoraba los viejos momentos con él. Los dos se encaminaron en silencio al instituto y se dirigieron a clase. La mañana transcurrió con calma, hasta que a la hora del descanso el profesor Yong Guk le hizo acompañarlo a la sala de profesores, el cual en esos momentos estaba vacía.

Young Jae se sentó frente a él, preguntándose por qué le había llamado y si tendría que ver con los castigos, pero entonces, ¿por qué no había llevado también a Dae Hyun?

—Young Jae—el maestro lo trajo de vuelta a la realidad—, te estarás preguntando por qué te he llamado. Bien. Es que… la verdad, he notado que entre tú y Dae Hyun hay mucha tensión, y como vuestro maestro no puedo quedarme callado. Aunque soy vuestro profesor, no estoy sólo para ayudaros con las lecciones. Si quieres… hablar sobre algo, puedes hacerlo.—desde luego, no se esperaba que le hubiera llamado para algo así. Durante unos segundos se sintió aturdido. No sabía qué responder ante eso. Se encogió sobre la silla.

—Yo…

—Tranquilo. No te sientas obligado a decirme nada. Sólo… ya sabes. Que si necesitas hablar, puedes contar conmigo.

—¿Quiere una gata?

—Per… ¿perdona?

—Dae Hyun y yo tenemos que encontrarle rápido casa a una gata… no podemos tenerla nosotros mucho tiempo más, ¿no le interesaría, o conocerá a nadie que le interese?—sin lugar a dudas, Young Jae sabía que Yong Guk no se refería a nada de ese calibre cuando le había propuesto hablar, no obstante era lo primero que le había cruzado por la mente para salir del paso.

—No, yo… en mi edificio no se permiten mascotas pero…

—Tu hermana quiere un gato—anunció el profesor Him Chan apareciendo por la puerta—, así que podríamos quedárnoslo nosotros.

—¿En serio?—preguntó sorprendido Yong Guk. Su compañero asintió con la cabeza y él se volvió para mirar de nuevo a Young Jae— Mira, ya le has encontrado casa.

Cuando Young Jae le contó a Dae Hyun que el profesor Him Chan se quedaría la gata, sintió lástima al ver cómo sus ojos se nublaban de pena. Sabía que le había cogido cariño al animal y que le iba a costar desprenderse de él. Sin embargo, habían quedado esa tarde a las ocho con el profesor, quien pasaría por su casa a buscarla. Al principio Young Jae no había querido estar presente, sin embargo había acabado por ir también hasta la casa de su antiguo amigo. Cuando le abrió la puerta, estaba serio y se notaba que triste.

—Dae Hyun…

—Pasa. Ayúdame a bajar las cosas de la gata, Him Chan me ha llamado diciendo que ya venía hacia aquí.—Young Jae omitió palabra sobre su modo de referirse, de nuevo, a un profesor, y le siguió. Poco después el hombre llamaba a su timbre.

—He venido a por…

—Yaongie. Se llama Yaongie. Y no se le puede cambiar el nombre, porque ya se ha acostumbrado a ése.—la voz de Dae Hyun era amenazante. Him Chan sonrió con sorna, sin embargo no respondió y cogió al animal mientras Young Jae cargaba las cosas en el maletero.

—Cuídela bien—antes de que Dae Hyun soltase alguna de las suyas, se le adelantó el otro joven—. Es una buena gata, tranquila y graciosa.

—Tranquilos, mi mujer se encargará de que esté bien cuidada—comentó, ya con las manos en el volante mientras el animal maullaba dentro de su transportador—. Buenas noches, chicos.—ellos también se despidieron justo antes de que el hombre arrancase el coche y se marchara de allí.

—Al menos sabes que va a estar bien cuidada…—Young Jae no pudo evitar ponerle una mano en el hombro. No se esperaba que su amigo se encariñase tanto del animal.

—Lo sé. Me voy a ir a la cama, ¿podrás volver solo a casa?

—Claro, claro…

No hubo más palabras. El otro chico entró en casa, mientras Young Jae se dirigía a casa. Tras cenar y meterse en la cama, no tardó demasiado en caer dormido.

Dae Hyun, en cambio, seguía acostado los ojos abiertos clavados en el techo. No sólo echaba de menos a Yaongie. Además, la gata había sido una buena excusa para pasar aún más tiempo con Young Jae y entablar conversaciones, aunque éstas acabasen en pelea.
Pero echaba de menos al otro chico… tanto, que comenzaba a olvidar por qué se había enfadado tanto con él. Al menos, lo intentaba, porque cuando estaba a punto de quedarse dormido, recordaba lo que Young Jae había dicho sobre él y cómo le había traicionado…

Dae Hyun estaba decidido a contarle la verdad a Young Jae. Se sentía estúpido por haberle mentido diciendo que le gustaba esa chica, ya que era mentira. Por eso, estuvo buscando a su amigo durante todo el descanso hasta que le encontró.
Estaba con ella. ¿De qué estarían hablando? Los dos parecían estar muy serios. No podía escucharlos ni verlos bien desde su posición, pero tampoco quería ir e interrumpir.
De repente, lo que vio le hizo escuchar algo de él romperse. Apretó los puños, intentando comprender qué sucedía.

Le daba igual ella. Pero su amigo pensaba que le gustaba… así que… ¿por qué se había agachado… por qué estaba besándola? Fue incapaz de continuar viendo aquella escena. Se dio media vuelta y fue hasta a la azotea del edificio, dispuesto a saltarse las clases mientras intentaba entender qué acababa de ver.

Cuando la campana sonó, él seguía allí arriba. Le había enviado un mensaje a Young Jae para decirle que no le esperase, que tenía que irse antes. Por eso, cuando estuvo seguro de que el otro chico no estaría por allí, fue a clase a buscar su mochila.

Y allí se encontró con ella. Ya no recordaba su nombre, a duras penas su rostro. Se había cambiado de instituto el curso después. De todos modos, recordaba encontrarla en clase, apoyada sobre su mesa.

—¡Dae Hyun! Vi tu mochila y sabía que seguirías aquí—parecía consternada, preocupada. Él se humedeció los labios, incapaz de decir esta boca es mía—. Dae Hyun, ¡ha pasado algo terrible! Yo… lo siento tanto…

—No… no me lo cuentes. No quiero saberlo. Ya lo he visto.

—¿El qué… has visto?

—¡El beso! He visto el beso…

—¡Me ha besado!—espetó la muchacha, yendo hasta él y cogiéndolo del brazo— Yo le he dicho que lo sentía, que no quería nada con él… Pero… Dae Hyun, dije algo más. Ya sé que tú nunca has sincero conmigo respecto a esto—hablaba en voz baja, suave, apenada—, pero yo lo sabía, y se lo dije. Que a ti… te gusta.

—Có… ¿cómo?

—¡No trates de ocultarlo! Lo sé desde hace tiempo. —sus ojos se habían llenado de lágrimas. Dae Hyun se soltó de ella y apoyó una mano en su hombro.
—No te preocupes… sé que no lo has hecho con mala intención, pero… ¿qué ha sucedido después? ¿Qué te ha dicho?

Dae Hyun había escuchado con paciencia la respuesta de la chica. A día de hoy, no recordaba con exactitud sus palabras, pero sí el daño que le había hecho que su amigo soltase tantos improperios respecto a él. Hubiera entendido que rechazase sus sentimientos, pero… ¿tanto asco le daba pensar que pudiera estar enamorado de él?

Durante toda la noche intentó aclarar sus ideas. Se había dicho que todo eso no podía ser verdad, que Young Jae no le diría nada así… sin embargo, había visto el beso. No quería pensar eso del que había sido su amigo toda la vida, pero se sentía tan roto y dolía tanto, que se dejó cegar por la ira. Y a partir del día siguiente, cambió. No fue más Dae Hyun, el simpático chico amigo de Young Jae. Porque no se sentía capaz de volver a mirarle a la cara de nuevo con el mismo aprecio que antes.

Al fin, al día siguiente iban a acabar el servicio comunitario según les informó el profesor Yong Guk. También les dijo lo bien que se encontraba la gata y lo buena y juguetona que era y les mostró un par de arañazos que le había hecho en una de sus visitas a casa de su hermana y el profesor Him Chan.

Young Jae estaba contento por ello. Contento, porque significaba dejar de llegar a casa agotado y con poco tiempo para estudiar, y también porque así no tendría que soportar los momentos de tensión con Dae Hyun. El chico, desde que habían encontrado hogar para el animal, estaba mucho más hosco y desagradable que nunca, hasta el punto de que casi ni se dirigían la palabra en las horas que tenían que pasar juntos.

Su última tarea, sin embargo, iba a ser de lo más pesada. Tenían que encargarse de limpiar la zona de la piscina, aprovechando que ese día se mantendría cerrada y nadie podría acceder.

Al acabar las clases, fueron hasta allí, cerraron con llave y pusieron el cartel de cerrado. Young Jae se había enfundado su ropa de gimnasia para limpiar, arremangándose los pantalones, mientras que Dae Hyun se había quedado con el uniforme, pero sin la chaqueta. Comenzaron a fregar, como siempre últimamente, en silencio. No fue hasta que Young Jae, distraído por la monotonía del trabajo, le fregó los pies al otro chico que se hablaron, aunque fuera para gritarse.

—¡¡Ten cuidado!!—exigió Dae Hyun. Young Jae frunció el ceño, molesto.

—Oye, perdona, ha sido sin querer…

—Claaaro, claro. Sin querer. Quizá te apetecía limpiar la suciedad.

—¿Se puede saber de qué hablas, Dae Hyun?—sin embargo, esa frase le sonaba. Recordaba que una de las tantas veces en las que Young Jae había ido a hablar con él para intentar comprender por qué estaba tan cabreado, él le había respondido algo parecido.

—Nada, déjame en paz.—gruñó. Young Jae lanzó la fregona a un lado y agarró al otro chico de la muñeca.

—No, joder, estoy harto de dejarte en paz. Llevo demasiado tiempo haciéndolo, y oye, si no quieres saber nada de mí, me parece perfecto, pero creo que al menos me merezco saber por qué comenzaste a comportarte como un capullo conmigo de la noche a la mañana.—Dae Hyun le escuchó con ojos incendiarios y cuando el otro chico soltó la última palabra, se zafó de él, haciendo que su fregona también cayera al suelo.

—¿En serio me lo estás preguntando?—dijo, con voz serena, baja, tranquila y peligrosa. Young Jae tragó con fuerza. No recordaba haber escuchado nunca a su viejo amigo usar un tono como aquél y mucho menos, con él— Young Jae, será mejor que no vuelvas a poner tu cara en peligro.

—¿Quieres pegarme? Venga, Dae Hyun, ¡¿quieres pegarme?!

—¡Sí! ¡Tengo ganas de partirte esa cara de capullo traidor que tienes! ¡Y también de…!—se calló. No tenía que dejarse llevar por los nervios. Además, ya no sentía nada. Había pasado mucho tiempo. Él ya no le quería, sólo le odiaba, sólo sentía dolor. No era algo que una dulce sonrisa, unas palabras u observarlo dormir por la noche abrazado a su almohada fuera a solucionar. Ya no estaba enamorado de sus mejillas, de sus ojos redondos y serenos, ni de la forma peculiar de su boca. Al menos, deseaba no estarlo, porque cada maldito minuto de esas malditas tardes limpiando y haciendo tareas juntos habían sido la peor de las torturas que podría haber imaginado, provocándole recordar por qué le había querido tanto, y por qué había sido tan dolorosa su traición.

—¿También de…? Dime, Dae Hyun, ¿qué más te apetece hacer aparte de partírmela?—le estaba empujando con un dedo acusador sobre el pecho. Intentó controlarse, pero el otro parecía no querer detenerse hasta sonsacarle lo que fuera que había estado a punto de decir— ¿Quizá es partirme las piernas también? ¿Desde cuándo eres un chico tan violento? ¿Eh, Dae…?—no le había dejado acabar. Dae Hyun lo agarró de los hombros y lo empujó hasta llegar al borde de la piscina, y sin preocuparse de lo peligroso que fuera a ser, lo lanzó al agua. Young Jae salió al cabo de unos instantes, empapado y cabreado— ¡¿Era esto, Dae Hyun?!—dijo, pasándose una mano por el pelo para apartarlo de la cara— ¡¿Era esto?!

—No, esto.—musitó él, lanzándose también al agua. Sin dar tiempo a Young Jae a buscarlo con la mirada tras tener que apartar la vista por las gotas de agua del salto de Dae Hyun, se lanzó sobre él y le besó.

Quería saberlo, ¿no? Pues iba a hacerlo. Si tanto asco le daba que estuviera enamorado de él, si tanta manía le tenía, ¿por qué simplemente no le dejaba en paz? Pero no, había insistido e insistido… y ése era su castigo por ello.

Besó a Young Jae hasta que no pudieron aguantar más en la superficie y se hundieron en el agua. Había sido un beso forzado y húmedo, y Dae Hyun sentía que tenía ganas de llorar porque ya no había vuelta atrás, y esta vez tendría que escuchar por boca de su propio amigo lo que opinaba de él.

—Se puede… saber… qué… acabas… de… hacer…—Young Jae se estaba restregando la boca con una mano, con los ojos muy abiertos. Estaban manteniéndose sobre el agua a duras penas. Dae Hyun fue a ignorarle y se agarró al saliente dispuesto a salir del agua, sin embargo notó al otro chico agarrándolo y obligándole a quedarse allí— ¡Dae Hyun! ¿Tienes doble personalidad o qué te pasa?

—¡¿Qué?! ¿Acaso no me vas a decir el asco que te ha dado? Total, ya lo sabías, ¿no? Lo que he sentido siempre por ti. Creía que podría olvidarlo pero… no puedo hacerlo. Tengo grabados esos momentos juntos… esos momentos que me hicieron…—se calló, incapaz de decírselo— Olvídalo. Lo siento. Por el beso.

De repente, y usando todas sus fuerzas, Young Jae le pegó. No fue un puñetazo fuerte, a duras penas se le pondría la mejilla un poco roja, sin embargo el otro chico había empleado toda su fuerza, hundiéndose en el agua durante unos segundos tras ello. Cuando Dae Hyun se recuperó de la sorpresa, Young Jae le observaba desafiante.

—Idiota desconsiderado, ¿me puedes explicar de una vez qué narices pasa? No pienso dejarte salir del agua hasta que lo hagas. Y si vuelves a evadir la pregunta, te golpearé hasta machacarte esa cara de guapo estúpido que tienes.

Desde luego, Young Jae debía estar enfadado, porque no recordaba cuándo había sido la última vez que le había escuchado decir tantas palabrotas juntas.

—Es fácil de explicar. Cuando te enteraste de que me gustabas, te dio tanto asco que no sabías ni cómo mirarme a la cara. Deberías haber sabido que acabaría descubriéndolo…

—¿Cuándo me enteré de que te qué?

—De que me gustas. No intentes hacerte el despistado ahora. La chica aquella me lo dijo bien clarito… además, os vi besándoos.

—Qué ch… oh… ¡oh! ¡¡Esa chica!! Maldita sea… Dae Hyun… maldito estúpido descerebrado, ¿qué te costaba hablarlo conmigo, si soy tu amigo? Te hubiera contado la verdad. Has estado todo este tiempo creyendo en una falacia.

—¿En una qué?—Young Jae puso los ojos en blanco.

—Mentira. Todo fue una mentira de esa chica. Salgamos del agua—dijo, de repente. Dae Hyun se impulsó fuera desde el bordillo, mientras que él iba hasta la escalerilla. Fuera, se sentaron en el suelo. Young Jae se quitó la chaqueta del chándal y Dae Hyun tuvo dificultades a la hora de no fijarse en cómo la camiseta blanca se pegaba a su torso—. Esa chica me lo prometió, me dijo que se vengaría por rechazarla y… qué estúpido. No, estúpidos, los dos… cómo no pude darme cuenta antes… No la besé, Dae Hyun. Creía que te gustaba, así que fui a hablar con ella. Pero antes de poder decirle nada, me dijo que tenía algo que contarme también, me hizo agacharme… y me besó. Cuando la rechacé, me declaró la guerra por avergonzarla así… pero no sabía que…—se quedó callado. Dae Hyun estaba pálido.

—Entonces… ¿no la besaste tú? ¿Y no te dijo que yo…? ¿De verdad he estado enfadado todo este tiempo por una falcacia?

—Falacia. Dae Hyun, en serio… ¿cómo pudiste creer a esa chica sin más, antes que venir a hablar conmigo?

—Porque… porque os vi besándoos… y me dolió tanto lo que me dijo que yo… no supe… yo soy un… todo este tiempo… Young Jae, yo…—era incapaz de terminar ninguna de las frases que comenzaba. Su cabeza daba vueltas y más vueltas, y aunque él trataba de encontrar una lógica a lo que estaba descubriendo, se sentía incapaz de hacerlo— Young Jae, lo siento…

—Has sido un idiota. No sabes lo mal que me lo has hecho pasar todo este tiempo… ignorándome, sin darme una explicación… odiándome, y yo sin entender el por qué. Convirtiéndote en un mujeriego que se tira a lo primero que se le pasa por delante…

—¡Pero no lo disfruto! Porque yo… Young Jae, todo esto comenzó porque te quiero y, maldita sea, no he sido capaz de olvidarte.—durante unos momentos, su palidez se vio aplacada por el sonrojo de sus mejillas. El aludido le observó en silencio. Al fin podía mirar a su amigo sin sentir que la desazón se apoderaba de él. Al fin, Dae Hyun era Dae Hyun, su Dae Hyun de siempre. Y aunque sabía que tenía derecho a enfadarse, a cantarle las mil y una, a echarle en cara todo lo que le había hecho pasar… se sentía tan feliz de al fin haber arreglado las cosas, de saber qué había sucedido en realidad y de tenerlo de regreso a su lado, que no le importaba nada más.

—Entonces, ¿dices que aún te gusto?

—Pensaba que no pero… sí… pero no te preocupes, intentaré olvidarte y…

—¿Por qué quieres olvidarme? ¡Eh! ¡No te lo permito!—Dae Hyun le miró sorprendido, pero Young Jae sonrió. Se sentía feliz, pletórico y agradecido a sí mismo por haberse metido en una pelea que nada tenía que ver con él. Se acercó al otro chico, y cogió su rostro entre ambas manos— Tienes que compensarme por todo este tiempo haciéndome sufrir.

Esta vez, fue Young Jae quien inició el beso. De nuevo fue húmedo, pero esta vez ambos lo disfrutaron mucho más, dejándose llevar y acabando tumbados sobre el suelo mojado.

FIN

 

3 respuestas a Esos momentos (DaeJae)

  1. Mira que la manía de ponerles juntos… pero bueno lo perdono porque la peque nos debía una historia con final feliz de estos dos XDXD

    Que bonica la historia, cómo, aunque no quieran ninguno de los dos, se conocen y siguen siendo los que eran antes de separarse… y hay que ser arpía para separarlos… mira que la tía fue retorcida… pero estoy con mi mierdaniño (porque por mucho que los junteis es mío… he dicho XD) Dae tendría que haber ido a cantarle las cuarentas a Youngjae en vez de alejarse sin más y abroncarlo cada vez que el otro se acercaba… que el pobre iba más perdido que el barco del arroz.
    Los momentos Bang Himchan me han encantado jajajajajajaja y bueno yo pensaba que la gatita se iba a quedar con Bang pero bueno, más o menos todo queda en familia (aunq la hermana tendría que haber sido menor XDXDXD y ya lo hubieras rematao peque jajjajajajaja)

    Bueno guapi sabes que me gutsa mucho como escribes, y la historia es super tierna y por fin el final feliz tan esperado jajajaja. Gracias por compartirlo 😉

  2. Perry la berry dijo:

    Muy bonito, como siempre. Muy tiernos «esos momentos» que recuerdan ambos. Y un buen ejemplo (aunque creo que un poco exagerado XD) de cómo la fala de información, el error de creer en quien no debemos, de no buscar contrastar hechos o puntos de vista, nos lleva a hacer estupideces como esa, y nos arruinamos la vida tontamente sin saberlo.
    El final es muy hjsfkjaksjdf. Vamos, que nos dejáis con la miel en los labios, saboreándola, pero sin poder comerla. Que no pido aquí que el one shot se convierta para mayores de 18 XD pero algo más de momentos dulces entre los dos después de tanta pelea…
    Pero bueno, me ha gustado mucho. chukhae por otro fic tan bueno ^^.

  3. JeSsiKa30 dijo:

    Bueno chicas que les puedo decir, soy su fan asi que todo lo que escriben me gusta jajaja XP.
    Me gusto mucho el fic se me hizo muy tierno y me encanto que en este si terminaran juntos, que se arreglaran los malentendidos y se confesaran jijiji, tampoco esperaba que el fic fuera para +18, pero me hubiera gustado un poco mas de contacto ;-)…
    de todos modos me encanto y espero suban un nuevo fic pronto que ya saben yo lo leere sin falta

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