Capítulo 2: Fotografía
“Aire y palabras. Aire y palabras. Sólo somos humanos, y
los dioses nos hicieron para el amor.
Es nuestra mayor gloria, y nuestra mayor tragedia”
Canción de Hielo y Fuego
Habían pasado dos semanas desde que XiaoMei se había curado de la pierna y Sungmin recuperado de las heridas. Prácticamente le habían encargado al chico que se encargara de entrenarla y enseñarle el idioma, porque también sería mejor que se compenetraran cuando antes mejor si iban a tener que ser compañeros. La muchacha aprendía rápido, demostrando sus habilidades en la lucha ya predichas por Leeteuk, y él no podía negarlo. Le costaba más aprender coreano, pero aquel no era un gran problema dado que todos en la organización sabían varios idiomas, entre ellos chino, japonés e inglés. Así pues esos quince días se habían dedicado a pelear, estudiar, entrenar, nada de misiones.
Hasta entonces.
Era poco común que les dieran una misión tan pronto, al menos debían pasar dos o tres meses. Sin embargo, dado que la muchacha ya tenía “cierta” experiencia, los reportes de Sungmin eran positivos respecto a su avance y que se trataba de algo sencillo, decidieron que ellos dos se podían ocupar del trabajo. Era tan simple como acompañar un coche policial que llevaba a un peligroso preso para que no hubiera intentos de fuga ni de liberación por sus compañeros. Así pues, aquella tarde se encontraban sentados en una furgoneta blindada, delante de una puerta transparente para ellos pero normal para el convicto, esposado y dormido.
Era un hombre de alrededor de cuarenta y pico años, con el cabello ondulado, sucio y ligeramente largo que caía sobre su rostro inclinado, ocultando parcialmente los ojos. De piel morena a causa de las horas pasadas bajo el sol del patio de la cárcel, y cicatrices profundas, algunas viejas otras no tanto, surcando rostro y manos. En la derecha, además, llevaba tatuado un sencillo símbolo. No les habían explicado por qué estaba encarcelado, ni por qué le trasladaban, pero aquello no era de interés para ellos: lo único interesante era que llegara sin percance alguno a su destino.
XiaoMei comenzaba a inquietarse de tener que estar tanto rato sentados sin hacer nada. El trayecto era, exactamente, largo. Y se había tenido que entretener la primera hora observando y analizando a aquel hombre, que despertaba su interés porque transmitía…pavor. Estaba segura de que como mínimo debía de ser un asesino, y que sus víctimas debían morir fulminadas por una de sus miradas.
Pero a eso ella no le asustaba, en parte por eso se había unido a la organización…
“Podrías morir.” Habían dicho.
“Sería gracioso que después de tanto tiempo deseándola, llegara al fin.” Respondió ella. Y era cierto…después de perder a sus padres…años vagando en la calle…siendo secuestrada para ser vendida en un país extranjero…Y cuando había intentado sacarse ella misma la vida, siempre había fallado, por unas razones u otras…
Volteó el rostro, encontrándose con el de su compañero, que miraba atentamente al frente. Poco hablador, sólo cuando era puramente necesario. A veces creía que la miraba con cierta repulsión, pero…se había dado cuenta de que no se trataba de eso. Era algo más profundo, terriblemente humano (y es que a veces, le daba la sensación de que el muchacho olvidaba ser humano), doloroso…era miedo, ¿miedo de ella? ¿Pero por qué? Eso era lo que no entendía.
Tenía unas facciones muy curiosas y atractivas. Eran sus labios lo que más llamaba la atención, siendo el superior ligeramente más ancho de lo que solían ser y con una forma que recordaban a un corazón. Y sus ojos, aquellos ojos que la miraban con un indescriptible miedo, eran más expresivos de lo que él podía imaginarse, y la atrapaban. Desde el primer instante que se cruzó con ellos, cuando la había rescatado, por primera vez en su vida XiaoMei sintió en su interior algo que no tardó en saber de qué se trataba. Y con los días había ido creciendo sin freno.
Sungmin le atraía terriblemente, estaba totalmente prendada por él, enamorada quizá. En aquellos momentos, por ejemplo, tendría que haber apartado la vista de él, haberla desviado de nuevo hacia el preso, hacia el techo, hacia cualquier lugar, y sin embargo…no tenía fuerzas. Como si su cuello hubiera sido esculpido en mármol, no podía virarlo hacia otro lugar y su corazón latía con furia, peleando con su interior para que ella se abalanzara sobre el chico que tenía en frente y le besara desesperadamente. Lo pedía a gritos ese corazón molesto y todo su cuerpo.
-¿Sucede algo?-preguntó él de repente, sin dejar de mirar al frente. Ella sintió la sangre acudir veloz a sus mejillas y apartó finalmente la mirada. Nunca le había sucedido…nunca había tenido tiempo para que le sucediera, el…sonrojarse con sólo escuchar la voz de alguien.
Mentira. Una vez, en el pasado, hubo una voz, un rostro, que la aturdió. Sólo una…porque no le había visto más.
Mientras cavilaba en el recuerdo, algo sucedió. Fue un instante, pero al momento ellos ya estaban de pie y en posición de ataque, espalda contra espalda para vigilar todos los frentes. El coche había sufrido un movimiento demasiado brusco para haber sido provocado por la carretera, y el preso se había levantado de un salto y se había quedado de pie, quieto. Dado que se encontraba encerrado, no le hubieran prestado atención de no ser por la sonrisa que repentinamente dibujó su rostro, volviéndolo más macabro si podía ser.
-No te muevas de aquí.-ordenó Sungmin, saliendo al exterior. Se habían desviado de la carretera y prácticamente caído en una cuneta. No pasaba ningún coche en aquellos momentos. Lo primero que miró fue la cabina del conductor, y no le hizo falta entrar en ella ni mirar más de cerca para darse cuenta de que estaba muerto. Sin alejarse demasiado de la puerta por donde había bajado para que nadie subiera por ella, investigó alrededor hasta que escuchó un grito desde el interior de la furgoneta y entró a ver qué sucedía. El escenario que encontró fue a XiaoMei liberándose del brazo que la sujetaba por el cuello, al lado de un agujero hecho en el suelo por el cual debía haber accedido. No tuvo tiempo de preguntarse cómo había conseguido hacerlo sin llamar su atención, pues otros tipos entraron en el vehículo y tuvo que pelear contra ellos. Eran grandes y fuertes, parecidos al preso. Llevaban los mismos tatuajes que el susodicho en la mano y peleaban con las manos y sin pistolas, por lo cual Sungmin decidió usar una vara para defenderse dado que era una pelea a corta distancia y era bueno en ese tipo de artes marciales. Aunque al principio parecía un simple bastón que llevaba colgado de un cinturón al costado, al apretar un botón se alargaba. El muchacho tomó su posición de postura, esperando a que los otros tipos atacaran primero: los muy estúpidos hicieron lo que él quería.
Atacaron los dos a la vez, uno delante del otro. Dado que el especio era muy reducido, no podían hacer mucho movimiento, pero tampoco quería sacarlos de la furgoneta y volver a dejar a XiaoMei sola. Se agachó en el suelo e hizo un barrido con la vara al primero de los tipos, golpeándole en las rodillas y haciendo que cayera por su propio peso, provocando un balanceo en la furgoneta. Al instante se enderezó y atacó a la cara del otro, que se defendió mientras su amigo se levantaba e intentaba golpear al muchacho. Él dio una vuelta sobre sí mismo, dándole una patada en el rostro a éste y después en el pecho al otro, con la suficiente fuerza como para hacerle tropezarse hacia atrás y caer fuera del vehículo por la puerta.
Detrás de sí escuchó un golpe seco y dirigió una veloz mirada para ver que XiaoMei se palmeaba las manos con suficiencia mientras el hombre que hacia unos instantes se lo estaba haciendo pasar realmente mal, caía desmayado tras golpearse la cabeza contra la puerta que encerraba a su amigo. No subían más tipos por el agujero, así que se acercó a Sungmin dando un salto, al que él respondió agachándose y ella golpeó de nuevo al tipo que el chico ya había tumbado dos veces. Él detuvo la patada agarrándole el pie, por lo que ella cayó hacia abajo pasando su cabeza rozando la de Sungmin y quedando rozando el suelo. Aprovechó para apoyar las manos y golpear la barbilla del tipo, quien se vio obligado a soltarla y cayó al suelo con un nuevo golpe de la vara de Sungmin, acompañando al otro fuera de la furgoneta.
Pero no podían dejarlo todo así. No podían dejarlos libres, pero tampoco tenían con qué mantenerlos en la furgoneta tranquilos todo el camino seguros de que no provocarían un altercado. Sacaron las pistolas y dispararon a sangre fría, mientras al otro lado de la puerta que lo mantenía encerrado el preso gritaba barbaridades y golpeaba con furia. Sus hermanos, estaban asesinando a sus queridos hermanos. E iban a pagar por ello.
Llegaron a la casa donde convivían todos cerca de las dos de la madrugada. Hicieron un informe detallado de todo lo acontecido durante el viaje a Leeteuk antes de irse a dormir.
-Que descanses.-le dijo XiaoMei en un coreano forzado, cuando llegó a su cuarto dado que el de él era el contiguo.
-Igualmente.-respondió, secamente, él. Ella sonrió. Jugarse la vida no era lo único interesante y motivador que había en la organización.
Dos años. Dos años peleando juntos, ayudándose, defendiéndose…y había vuelto a suceder. Sungmin se maldecía por ello cada vez que se daba cuenta. Aunque se prometió no volver a tener un sentimiento parecido por nadie, XiaoMei había rescatado de su interior aquellas extrañas sensaciones que Kyuhyun le había hecho vivir. Agradables y desagradables a la vez…indescriptibles. Pero, fuera lo que fuesen, le hacían actuar de extraña manera y a él le gustaba tener las cosas controladas.
Pero por segunda vez en su vida y en poco tiempo, había encontrado a dos personas que trastocaban su mente hasta tal punto que no podía pensar en otra cosa. Y le buscaban, ambos le habían buscado con ansia y él no había podido resistirse a aquellas manos invisibles que le empujaban con fuerza a estar cerca de ella, como le habían empujado con Kyuhyun.
-Siempre he querido preguntarte por qué llevas el pelo tan largo. -XiaoMei se había metido en su cuarto, donde él se encontraba estirando en la cama meditando. Ella se había sentado en ella, haciendo que él se levantara y se pusiera en un borde, dándole la espalda. La chica se había acercado a él y le había soltado la coleta que sujetaba su cabello.
-No hay razón especial. -aunque la chica era muy buena en la pelea, su coreano todavía no era del todo fluido así que sus conversaciones solían ser una mezcla del idioma nativo de cada uno.
-Cuando te conocí, lo llevabas ya por mitad de la nuca, pero ahora te llega a los hombros. Con el rostro tan bonito que tienes, terminarás por parecer una mujer… ¿te lo puedo cortar?- la última pregunta la había hecho tan cerca que su aliento golpeó la oreja de Sungmin, quien se vio incapacitado para responder y asintió ligeramente con la cabeza. Fue rápida en salir del cuarto y regresar instantes después con unas tijeras y una toalla. Ésta se la colocó alrededor del cuello, bien atada para que no se le metieran pelos por entre la ropa y comenzó a cortar. Sus dedos eran delgados y largos, diestros en el manejo del objeto. De vez en cuando, al agarrar el cabello más cercano al rostro, rozaban la piel del chico y él se maldecía al estremecerse en cada uno de esos contactos.
Y se maldecía aún más al anhelarlos desesperadamente.
-Little eye…
-XiaoMei. No estamos en una misión, llámame por mi nombre, ¿por qué siempre tengo que repetírselo?
-XiaoMei.- XiaoMei. XIAOMEI. Podría haber gritado su hermoso nombre.
-Dime…
-Cuando me tocas, tú…-maldita sea, ¿qué iba a preguntarle? ¿Si se estremecía? Era una tontería…porque sabía que lo hacía. Igual que él no podía evitar el temblor cada vez que la tenía cerca, a ella le sucedía lo mismo…como hiciera Kyuhyun, nunca se lo había ocultado, aunque tampoco dicho directamente.
-Es de mala educación no terminar las frases…ya está.-lo último fue un suspiro. Sungmin sintió la penetrante mirada de la chica clavada en su nuca, podía imaginarla dejando caer las tijeras en el suelo, acercando las manos a la toalla y soltándola también, haciendo que se llevaran con ella el cabello negro, dejando al desnudo el cuello del chico. Las manos de XiaoMei comenzaron delicadamente a acariciarlo para limpiarlo, resbalando hacia delante, hacia la clavícula…y no pudo resistirse más. Agarró una de sus manos, poniéndose en pie y dándose la vuelta, y con la que le quedó libre la empujó por el hombro hacia atrás, hasta hacerla caer en la cama y él sobre ella, apoyando la rodilla en el borde entre las dos piernas de ella.
-¿Por qué no me apartas?
-Si vas a hacer lo que me imagino, sabes que llevo deseándolo desde que te conocí.
-¿Por qué?
-¿Por qué estás tan confundido, por qué haces tantas preguntas? ¿Por qué sientes tanto miedo y tanta atracción hacia mí? No me importa nada, en realidad. Preguntas, dudas…cuando me pierdo en tus ojos, todo deja de cobrar sentido para mí… ¿sabes las veces que he tenido que recordarme que necesito respirar?-ya no lo soportó más. Sungmin la besó. Lo hizo con fuerza, fiereza. No sabía ser delicado y tampoco ella iba a pedirle que lo fuera. Se tumbó encima y se hicieron un enredo de brazos y piernas, caricias y besos dados y robados, el todas las partes del cuerpo que estaban al aire. En algún momento de aquella batalla de tensión sensual las sábanas cayeron al suelo, llevándoselos con ellos. Olvidaron que las tijeras estaban en el suelo y podía ser peligroso, se besaron y Sungmin se levantó, sacándose la camisa y lanzándola lejos, dejando al aire sus abdominales y con ellas, las heridas de las peleas. XiaoMei, embelesada, acarició una de ellas. Él no le dejó continuar haciéndolo, besándola de nuevo. No tardó en ayudarla a desprenderse también de la ropa, regresando en algún momento a la cama para mayor comodidad. Desabrochó su sujetador, besó su cuello, descendió por entre sus pechos hasta el abdomen. Era inexperto en todo aquello, porque la única vez que había hecho algo parecido con alguien había sido con un hombre. Ella tampoco estaba segura de qué debía hacer, sin embargo obviaba sus propios dedos temblorosos desabrochó los pantalones del chico.
-No hace falta que…-comenzó a decir el chico, agarrándole las manos para que se detuviera al ver que cada vez temblaba más.
-Por primera vez en mi vida en mucho tiempo…siento que soy feliz. Déjame que lo disfrute hasta el final.
-No estoy seguro de lo que tengo que hacer…
-Ya somos dos.-y ya no hubieron más palabras. Volvieron a besarse y a tocarse, a sentirse, a respirarse. Sin dudas, sin preguntas, sin nada más a su alrededor que ellos dos, se convirtieron en uno y se abandonaron a los brazos y los sentidos el uno del otro.
Después de aquella noche, no la hubo en la que no se conocieran cada vez que tuvieran ocasión. No daban muestras de ello fuera de sus habitaciones, sin embargo en cuanto tenían oportunidad compartían una mirada, una caricia. Sungmin no sabía por qué, pero necesitaba verla y tocarla al menos una vez al día, para sentir y asegurarse de que seguía vivo. Era igual, pero diferente a lo que Kyuhyun le hacía sentir. Su mente lo encontraba extraño, pero su cuerpo lo aceptaba… y cuando estaba con ella, mandaba este último sobre todo lo demás. La cabeza, la mente, la razón, todo desaparecía en cuanto su nariz captaba el dulce aroma de la muchacha. Un aroma a melocotón, a veces sudor, a mujer.
Las misiones juntos siempre iban bien. La complicidad que tenían había llegado a límites insospechados, con una simple mirada se entendían. Peleaban confiando en que podían apoyarse el uno en el otro, planeaban las misiones, terminando las frases e ideas, complementándose a la perfección. Era algo que ya hacían…sin embargo, ambos notaron que desde que habían compartido algo tan íntimo como sus cuerpos, lo hacían aún más.
¿Qué sucedería si alguna vez se aventuraban a destapar el uno delante del otro su alma?
-Es él. Kui Xian.
-¿Cómo?-estaban en el cuarto de Sungmin. Envuelta en las sábanas, XiaoMei se paseaba por su habitación y encontró una foto de grupo que había dentro de uno de los libros de Sungmin. Mientras la miraba y evocaba rostro y nombre de cada uno de sus compañeros en ella, reconoció a alguien que nunca creyó ver en ella. Saltó sobre la cama al lado del chico y señaló a Kyuhyun en la foto.
-¡Es Kui Xian!-por alguna extraña razón, las lágrimas acudieron a sus ojos.
-Te debes equivocar.-dijo él, secamente. Aquella foto la había dejado el mismo Kyuhyun en el libro, diciéndole que debería ponerle un marco y al menos alegrar su cuarto un poco.
-Hay dos chicos que reconocería a kilómetros de distancia, y tú eres uno de ellos. El otro es Kui Xian, ¡maldita sea! Quizá no sea su nombre real, ya me dijo que era coreano, pero se presentó de esta manera. Hace cinco años, cuando yo…deambulaba por las calles. Me salvó la vida una vez, cuando yo…-no hizo falta que continuase. Sungmin había visto marcas en sus muñecas, y sabía que seguramente lo había intentado de alguna otra manera. Ella no quería explicárselo, no por vergüenza o arrepentimiento, lo sabía- Si no fuera por él, nunca te habría conocido, y ahora…le veo en esta foto, ¿dónde está?
-Muerto.-durante unos instantes, su mente había pensado otra forma de decírselo. No sabía por qué, pero intuía que el chico había significado mucho para ella, quizá por evitar que se suicidara o…por la misma razón por la que para él, Kyuyun también había sido tan importante.
Contempló seriamente el rostro de XiaoMei. El cabello caía hacia adelante tapándole parcialmente el rostro, pero no se le escapó cómo se desencajaba su rostro, volviendo a posar sus ojos sobre la foto y dejando que las lágrimas escaparan de ellos, cayendo con violencia.
-¿Muerto?
-Él…era parte de la organización. Mi compañero antes que tú.
-¿Sufrió?-sollozó, mirándole al fin. Él negó con la cabeza. Había sido un disparo directo, murió al instante. Nunca lo olvidaría…nunca- ¿Cómo puede ser que…? Sungmin, una vez. Si quise a alguien antes que a ti, fue una vez, y fue a él…y el destino me atrae a ti, y de nuevo a él, y está muerto…- porque nunca podría explicarlo con claridad, dado que su relación había durado un día. Un único día. Unas pocas horas. Pero jamás lo olvidaría.
Era la tercera vez que XiaoMei intentaba arrebatarse la vida, no podía volver a fallar. Al fin y al cabo, seguir en el planeta sin tener ninguna ilusión en la vida, preguntándose día tras día…si de verdad tenía que esperar el mañana, porque la esperanza de que sería mejor había desaparecido. Su única ansia era saber…cuándo terminaría todo… ¿tenía que seguir esperando? Lo mejor era hacerlo por sí misma…
-¡¡Quieta!!-había gritado él, agarrándola de la cintura y llevándosela consigo, alejándola de la barandilla a la que se estaba subiendo. Mierda, se maldijo. Creyó que a esas horas no pasaría nadie, y si lo hacían no la verían dado que aquel era uno de los puentes menos transitados de la ciudad.
-¡Suéltame!-gritó ella, con los ojos anegados a lágrimas. Intento zafarse, golpeando sin ver, arañando e incluso intentando morder. Los fuertes brazos que la apresaban no dejaron de hacer presión, acogiéndola con calidez entre ellos hasta que la chica, finalmente, pudo calmarse y se quedó jadeante, pero quieta- Suéltame…-sollozó nuevamente.
-Te invito a cenar-podría haberse esperado cualquier cosa. Que lo que pretendía hacer era una tontería, que debía buscar un aliciente en la vida…lo típico, aquello que las personas se dicen unas a otras incluso si dentro de sí mismas sienten que el alma se les desgarra, demostrando así su cinismo. Las lágrimas dejaron de fluir ante el desconcierto y no fue capaz de resistirse cuando el desconocido, la soltó de la cintura pero la agarró de la mano y la guió hasta el restaurante más cercano. Pequeño, oscuro pero al menos, abiertos a aquellas altas horas de la noche-, ¿qué quieres?-XiaoMei se había quedado muda. Su mente no era capaz de coordinar alguna palabra que llegara hasta su boca- De acuerdo, pues escogeré yo. No suelo venir mucho a China, pero en Corea me gusta ir de vez en cuando comer comida china…
-¿No eres chino?-su dominio del idioma era totalmente perfecto e impecable, cual nativo.
-No, soy coreano. Ah, pero puedes llamarme Kui Xian.
-Kui Xian…yo soy XiaoMei.-en aquel momento, no se había preguntado por qué le daba un nombre chino si era coreano, o por qué ella se presentaba. No lo entendía, nada tenía sentido, era un cono de irrealidad aquel en el que se había metido. Sin embargo, la voz del chico se introducía por sus oídos y la calmaba a partes iguales que la alteraba. No podía resistirse a ello, y así se mantuvo toda la cena, pendiente de la voz de un desconocido, absorta por aquellos ojos que la miraban directamente, la sonrisa que se dibujaba en los labios de aquel hermoso muchacho.
XiaoMei nunca había creído en el amor a primera vista. En realidad, desde que se quedó sola en la calle, no había tenido tiempo ni de pensar en relaciones, amores y semejantes tonterías. Sin embargo, con todos sus sentidos puestos en Kui Xian, había percibido que el aire tenía otro olor y la luz de la luna brillaba más que nunca. El pecho le dolía y sentía el estómago a punto de salir por su boca, pues podía notarlo en el pecho.
Un único día. Unas pocas horas. En las cuales ella había caído irremediablemente a sus pies. Y el sol se presentó llevándose al muchacho con él y trayendo consigo un nuevo día. Un nuevo día, sí, que se presentaba lleno de misterios que, quizá…podría intentar vivir. Por si podía volver a verle.
XiaoMei creyó que después de aquella experiencia, nunca iba a poder encontrar a alguien que le hiciera sentir que tenía que seguir viviendo. A pesar del dolor, del sufrimiento, de la desazón. Aunque no quedara nada ni nadie para ella en aquel mundo. Hasta que conoció a Sungmin… su aliento de vida, quien de repente le confesaba que Kui Xian…estaba muerto.
Elevó los ojos, sintiendo que el aire no llegaba a sus pulmones, que necesitaba encontrar a Sungmin, sumergirse en él, para no ahogarse con aquellas dolorosas lágrimas que le partían el alma.
-Yo, antes que a ti…la única persona que besé antes…también fue él-la chica no se sorprendió. Desde el momento en que había mencionado a Kui Xian, había sentido que la reacción de Sungmin no era como se la esperaba. La muchacha le preguntó su nombre de verdad, no el mote, no el nombre chino…sino el nombre con el que Kyuhyun le había llamado si alguna vez se habían amado en la oscuridad, tal y como ellos dos lo habían hecho-. Kyuhyun. Se llamaba Kyuhyun.
-Nunca podré agradecérselo del todo…por salvarme…por traerme hasta ti…pero…-besó la foto, besó a Sungmin y dejó que una última lágrima resbalara- Gracias, Kyuhyun.
Sungmin simplemente se estiró y la abrazó por la cintura, dejando que ella terminara de agotar todas sus lágrimas, y por primera vez desde que Kyuhyun había muerto, por primera vez desde que era pequeño, por primera vez en tanto, tantísimo tiempo que ni siquiera recordaba cuándo había sido la última…él también lloró.
Meses después, toda aquella perfección sería destruida. Porque ellos jugaban con la vida y con la muerte, y alguien les había jurado una venganza que no dejaría escapar.
Próximamente: Epílogo
Ayyyys! Qué bonito!! Magistral, me encanta. Es tierno pero oscuro a la vez, me gusta esa combinación.
Estás hecha una artista Jeannelok ^^. Ni que decir cabe que espero el epílogo con ansia ^^
Esta de pelos!! hasta la piel se me pone chinita!! ja ja ja ja ja
me encanta de verdad!!!! esperando la última parte… jejejejjejeje!!!
Pero como me gusta madre mia, y como siempre he dicho, eres un genio ^^
Esperando la siguiente parte con muchas ganas ^^
Me encanta.. Tienes unos dotes para narrar para crear historias para ambientarlas Increibles!! Muchas gracias por compartirlo.. ^^
Tremendo, cachorra, y encima con dibus. Ahí la tenéis, lobitas, es buena para todo.
Nena, jo me ha encantado en serio…… no podia dejar de leer…. genial genial tia! Esperando el siguiente con muchas ganas!!!!!
Me ha encantado!!!!! esperando la 3ª parte!!!!!
Simplemente maravilloso. El primer capítulo te lo comento aquí. Pues a pesar de que me encantó, me dio mucha pena que Kyu muriera pero bueno, al final le encontraron sustituto. Ahora se ha vuelto a enamorar pero van a tener un final triste.
La escena de ellos dos juntos me pareció preciosa y cómo él cuida de ella. Me sorprendió que ambos estuviesen unidos por Kyu y los dos lo hayan amado. Esa escena final de ellos dos echados juntos y llorando me ha matado.